Ya estas grande para aprender... como un niño (#2)
En esta segunda entrada de la serie de la cual El primer post está aquí continuaré donde había quedado y responderé a la pregunta con la que cerré anteriormente. ¿Qué es lo que diferencia la enseñanza a un niño de la enseñanza a un adulto?
Voy a aclarar algunas ideas y a contar la primera mitad de la respuesta a esta pregunta hablando de la enseñanza a niños y la técnica reinante hace ya muchas décadas: La Pedagogía.
La edad puede ser solo un número…
Como ya lo manifesté en la entrada anterior de esta serie, cuando un adulto tiene intenciones de aprender a tocar un instrumento musical (o aprender casi cualquier cosa) muchas veces se topa con una dificultad que le imposibilita recorrer el camino. Esa dificultad es que encuentra profesores que están preparados para enseñar a niños o a personas que sin ser niños pequeños aún no son adultos (por más que la edad cronológica lo sugiera).
Me detengo para aclarar a qué me refiero cuando digo “adulto”. Hay muchas definiciones para ese concepto en estos tiempos, casi una por persona. Pero voy a limitarme a solo unos ejemplos:
- Adultez Biológica → Cuando podemos reproducirnos.
- Adultez Legal → Cuando tenemos derechos políticos (como votar) y/o somos punibles por la ley.
- Adultez psicológica → Cuando alcanzamos una autonomía y tomamos responsabilidad de nuestras decisiones y nuestra propia vida.
A la última definición de la lista es a la que me refiero cuando hablo de adultez. Esa que no solo tiene como condición aprobar materias universitarias o irse de vacaciones sin supervisión aunque con la tarjeta de crédito de los padres. Hablo de la autonomía por la cual podemos darnos una dirección personal, conseguir un trabajo (o inventarlo), casarnos, formar una familia, etc.
Este pasaje a ser personas autónomas hace que cuando buscamos aprender algo lo hacemos desde un lugar diferente al de un escolar. Y aquí comienza todo el desencuentro…
Prohibido para adultos…
¿Qué es lo que define la manera de enseñar según la pedagogía?1
En principio está claro que la responsabilidad del proceso completo está en el profesor, desde las decisiones de qué hay que aprender hasta el cómo hacer para intentar transmitirlas y finalmente evaluarlas para ver si esa transmisión existió o no. Al alumno solo le queda la sumisión y “hacer caso”.
Cuántos escolares aún no han recibido respuestas a la pregunta “¿para qué quiero saber trigonometría?” o “¿De qué me sirve memorizar las capitales de los países de Europa?”.
Entonces viendo una manifiesta ausencia de la voluntad y casi la negación de quien aprende2 podemos ver que este enfoque se sostiene con los siguientes supuestos:
- El alumno solo debe saber que tiene que aprender lo que le dicen aunque no sepa ni para qué sirve ni en qué puede aplicarlo en su vida.
- El alumno es dependiente sí o sí del profesor, cualquier gesto de independencia o innovación es incorrecto en este marco.
- La experiencia del aprendiz tiene poco valor, solo cuenta la del profesor. Por eso entre otras cosas es que se usa tanto en estos días el aprender con videos, son como una charla o una lectura asignada (ya está hecho y no hay nada que el alumno pueda hacer para cambiarlo).
- La motivación es externa. Aprobar o reprobar, asustar o chantajear con acusaciones ante los padres del alumno.
Estos supuestos que dan orden a la pedagogía son desarrollados con más detalle por Malcolm Knowles3, un gran investigador y gestor de la ANDRAGOGIA, esa palabra prohibida de la que hablé en la entrada anterior.
No soy yo, sos vos…
Cuando pensamos una persona adulta que intenta agregar un espacio de aprendizaje a su vida y pasamos por estos supuestos vemos que casi nada puede salir bien…
Imaginen que un adulto quiere aprender a tocar la guitarra porque es su sueño desde muy joven o porque se entusiasmó viendo videos en internet y luego de buscar un profesor pidiendo recomendaciones a conocidos o yendo a alguna institución educativa se encuentra con que:
- no le hacen ni una pregunta acerca de qué es lo que quiere,
- solo le recomiendan repetir lo visto en clase pero no hacer otra cosa porque puede entorpecer su aprendizaje,
- no le preguntan por qué quiere aprender ni cuales son sus gustos ni sus objetivos,
- y para coronar la situación si el profesor no ve los avances que espera (según criterios que no explica) le dice que “tiene que tocar más horas” o que “si no se esfuerza no va a avanzar”…
Hay dos tipos de personas que pueden soportar este modo (rayano en la locura) de dar una clase:
- Quien solo conoce el aprendizaje como algo ajeno y externo, como un niño.
- Alguien con una impresionante tolerancia a la estupidez ajena o con un nivel de resignación enorme porque se ha convencido de que “todos los profesores enseñan así”.
El resto serán “desertores”, esos que abandonan porque “no se comprometen lo suficiente”.
Me despido de esta entrada no sin antes contar que la próxima será el ingreso a la parte final que incluye las características a tener en cuenta para una metodología posible para enseñar sin aniñar.
Será hasta la próxima 🧉
Que quede bien claro que hablo de generalidades sobre la concepción de la enseñanza, no es mi intención lastimar algún exégeta de Piaget o de ningún pedagogo en particular.↩
Da lo mismo que la clase sea para diez, quince o treinta porque se hará y dirá lo mismo. De ahí que muchos pueden existir o no, la enseñanza será lo mismo. Que no se malentienda, no lo juzgo, simplemente así funciona.↩
Malcolm S. Knowles, Elwood F. Holton III, Richard A. Swanson - El aprendizaje de los adultos (Ed Oxford Press México, 2001)↩